...Que no te compren por menos de nada ...Que no te vendan amor sin espinas.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Orgullo de madre.

  • Ayer recibí una lección vital, que creo que no olvidaré nunca.  Lloré, para que negarlo.
  • A veces como madre tengo muchas dudas: ¿Lo estaré haciendo bien?. ¿Estaré educando a mi hija con los valores adecuados?. ¿Soy demasiado dura?.
  •  No es ningún secreto que, para los que somos padres, nuestros hijos ocupan el centro de nuestro universo. Hay otro mundo en la periferia, claro está, pero el epicentro de nuestras emociones está depositado en la persona de nuestros hijos. Los vemos crecer y formarse.
  • Y  somos un mar de dudas. Nadie nos ha dado un libro de instrucciones cuando nacieron. Simplemente nos pusieron un ser indefenso en las manos y nos dijeron:  -“Aquí está tu hijo, será responsabilidad tuya hasta el día en que pueda valerse por sí mismo”. Es el culmen de la felicidad. Pero también una fuente de incertidumbres  y preocupaciones continuas.
  • Cuando te caes, eres consciente de que arrastras a tu hijo en tu caída. Cuando tu pareja se rompe, eres absoluta y dolorosamente consciente de que el peor parado va a ser tu hijo. Entonces te empeñas con uñas y dientes para protegerlo de todo mal. Darías hasta tu vida por librarlo de las piedras del camino. Pero no es habitual poder hacerlo. A cada uno le toca aguantar el palo de su vela y, a veces, pesa demasiado.
  • Como padres, nos vemos en la disyuntiva de decidir ser amigos de nuestros hijos o simplemente sus padres, pero si decidimos ser amigos… ya no hay cabida para un padre o una madre que educa y probablemente  nuestros hijos se quedaran huérfanos. Por eso yo he decidido ser madre, con todos los pros y los contras que eso conlleva. Ser dura cuando toca serlo. Ser su hombro para llorar cuando se tercia, ser el oído atento a sus problemas (cuando con suerte se dignan a compartirlos contigo). Pero durante todo este tiempo dudas, y sigues dudando. Es una constante en tu vida…y una gran responsabilidad educar a un hijo.
  • Cuando llegan los problemas la primera reacción es el enfado. Y entonces somos conscientes de hasta dónde llega nuestro poder con nuestros hijos. Nos miran, agachan la cabeza avergonzados… y lloran. Cada una de esas lágrimas es como un puñal en nuestro corazón que termina de partirse en dos cuando miras a los ojos de tu retoño y, en medio de las lágrimas, ves que, a pesar de todo, te mira con amor…. Si esa mirada se acompaña con palabras sensatas, más propias de un adulto que de un niño, entonces ya no sabes que decir ni que hacer. Te paras y reflexionas, y acabas dándote cuenta de que todo el mundo se equivoca alguna vez en la vida y tu hijo no va a ser la excepción.
  • Te miras en sus ojos y a tú vez, reconoces tus culpas. No sé si es valentía o cobardía, pero me inclino a pensar que es un acto de lealtad. Esa personita que tienes enfrente, merece saber que la persona que la educa y corrige tampoco es perfecta pero que, a su vez, también sabe pedir perdón. No sé si es o no el mejor método pedagógico, pero a mí, como persona y madre, me compensa. Quizá por eso recibo a cambio comprensión (me duele pensar que puede que  incluso más que la que yo doy).
  • Entonces le hablas de la vida y de las personas que le rodean. Sus ojos se van abriendo y por fin comprenden muchas cosas, de las que estábamos convencidos que no era necesario que tuviesen conocimiento. Pero sí, porque en el fondo se trata de formarlos, de hacerlos fuertes ante las adversidades y de mostrarles el camino para que disfruten al máximo de sus alegrías y los privilegios que tienen.
  • En esos momentos compartidos  aprendes, junto a tu hijo, una lección vital. Ellos se hacen más conscientes y responsables y a van abriendo los ojos a la vida y tú… Tú comienzas a verlos con otros ojos.
  • Es cierto que, con suerte, te reconoces en sus palabras y sientes la temerosa satisfacción de un trabajo bien hecho, pero también ves los frutos de lo que has sembrado: Estás educando a una “persona”, no a ser cualquiera que vaga por la vida sin pena ni gloria, sino a una persona de verdad, de las que tienen valores y los cultivan.  Entonces te das cuenta de que, aunque seas el arquitecto de sus cimientos y le ayudes a crecer, el mayor y más duro trabajo lo realizan ellos. Siempre bajo nuestra atenta y protectora mirada, por supuesto.
  • Quizá por eso duele cuando advertimos que también nosotros nos hemos equivocado  y que  solo somos capaces de ver la rosa cuando nos pinchamos con la espina.  
  • Una sola frase resume toda mi satisfacción como madre:  - “Eres la mejor madre que se puede tener”. Desde mi lado creo no merecerlo pero, desde luego, me esforzaré en intentarlo.  

6 comentarios:

Susi DelaTorre dijo...

Suscribo todo lo que dices. Yo soy una madre, que, sin ser amiga, cómplice y recta a la vez. Pero no soy perfecta, de hecho, no me considero un chollo como madre. Él, bendita adolescencia, tampoco sabe andar por la vida sin errar, pero juntos suplimos carencias y meteduras de pata. Y lo hablamos...
Mi hijo es tan parte mía que sin él no sería yo. Hemos pasado juntos muchos malos tragos pero también muchos momentos de felicidad. Ahora, que ya me saca dos cabezas y me coge en vilo, reconocemos que somos lo mejor que podemos ser como madre e hijo.

Me ha encantado compartir algo que también pienso!!!

Elen dijo...

Lo cierto es que no es nada fácil el oficio de madre o padre. Pero la cuestión está en hacerlo lo mejor que sabemos.
Un besito y gracias por compartir conmigo una vez más.

Evie dijo...

Ay, Elen!! No lo mereces? Que no te ofenda la confianza que me tomo, pero te mereces un tirón de orejas...
Nena, un bico grande.

Elen dijo...

Gracias Evie....
Tí que me queres ben..
Outro bicazo.

Anónimo dijo...

Bueno si alguien que no es madre,... aunque quisiera no podría, en todo caso, sería padre,... pero ni eso.. creo que ese papel me queda grande. Pues si un indivuduo que no conoce en sus propias carnes el hecho de la maternidad ni de la paternidad, puede hacer un comentario sobre el tema.

La "maternidad", entendida como la facultad de ser madre... y no unicamente en el momento de parir, si no a lo largo de toda su vida..., que implica tantas cosas... derechos, obligaciones, alegrias, preocupaciones, inquietudes, dudas ... ufffff... y todo eso sin un libro de instruciones.
La verdad, yo no se si podría y por eso admiro tanto a las mujeres que son " MADRES "... y con mayúsculas.
Cómo dice esa frase..." Cuando nace un niño trae un pan debajo de un brazo..." ... seguro que mas de una agradecería ese libro de instruciones y un certificado de garantía... mas que una barra de pan.

Elen... seguro que lo haces bien... porque aunque no tengas un libro de instrucciones... tienes lo fundamental... un cariño y un amor incondicional por tu hija que creo que es lo esencial.

Un saludo.
Carlos.

Elen dijo...

Creo que en realidad la barra de pan tampoco la traen.. al menos a mi no me la han dado...
Gracias Carlos por el cariño que se desprende de tus palabras..
Un beso.

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